Un año más, el Libro Guinness de los récords deberá citar al francés
Jean-Michel Jarre como el músico con mayor poder de convocatoria. A
última hora de la tarde de ayer, el Ayuntamiento de París calculaba que
dos millones de personas asistirían al espectáculo gratuito de Jarre que
clausuraba los festejos del Catorce de Julio. Con motivo de la fiesta
nacional francesa, el actor Alain Delon y el escritor Milan Kundera
recibieron la Legión de Honor.
Durante décadas, para los parisienses que aún no habían comenzado sus vacaciones de verano, los grandes alicientes del Catorce de Julio fueron los bailes populares en las calles y los cuarteles de bomberos y la gran parada militar en los Campos Elíseos.Sin embargo, desde el pasado año, bicentenario de la revolución, los líderes políticos franceses rivalizan por añadir algo grandioso a la fiesta nacional. François Mitterrand, presidente de la República, se atribuyó en 1989 el desfile cultural organizado en los Campos Elíseos por Jean-Paul Goudé. Este año, Jacques Chirac, alcalde de París, le ha dado la réplica con el concierto de Jean-Michel Jarre.
A tenor de las previsiones, el concierto de anoche prometía ser histórico. Para empezar, Jarre iba a actuar desde una pirámide metálica instalada bajo el Arco de la Defensa, el monumento que simboliza la entrada de París en el siglo XXI. El público se extendería entre el Arco de la Defensa y el del Triunfo, uno de los más impresionantes ejes urbanos del mundo.
Los medios técnicos estaban a la altura de la ambición de Chirac y Jarre. El músico y sus sintetizadores serían acompañados por una orquesta de la isla de Trinidad, 110 coristas, un haz de rayos láser y 17 castillos de fuegos artificiales que consumirían 10 toneladas de pólvora. El espectáculo podría ser visto desde dos kilómetros a la redonda merced a una quincena de pantallas gigantes de vídeo, tres de ellas de 170 metros de altura.
Jean-Michel Jarre consiguió su inclusión en el Libro Guinnes de récords en 1979, cuando un millón de personas le aplaudieron en la Concordia. Acusado de megalomanía y de ser el músico de los yuppies, calificado ayer en Le Monde de "músico enmascarado", tanto por sus sempiternas gafas de sol como por el hecho de que, hipnotizado por sus espectáculos, el público nunca llega a verle, Jarre es el único francés que compite con los grandes vendedores de la industria discográfica mundial. Desde su primer álbum, Oxygene, al último, En attendant Cousteau, Jarre ha vendido 50 millones de discos.
Durante décadas, para los parisienses que aún no habían comenzado sus vacaciones de verano, los grandes alicientes del Catorce de Julio fueron los bailes populares en las calles y los cuarteles de bomberos y la gran parada militar en los Campos Elíseos.Sin embargo, desde el pasado año, bicentenario de la revolución, los líderes políticos franceses rivalizan por añadir algo grandioso a la fiesta nacional. François Mitterrand, presidente de la República, se atribuyó en 1989 el desfile cultural organizado en los Campos Elíseos por Jean-Paul Goudé. Este año, Jacques Chirac, alcalde de París, le ha dado la réplica con el concierto de Jean-Michel Jarre.
A tenor de las previsiones, el concierto de anoche prometía ser histórico. Para empezar, Jarre iba a actuar desde una pirámide metálica instalada bajo el Arco de la Defensa, el monumento que simboliza la entrada de París en el siglo XXI. El público se extendería entre el Arco de la Defensa y el del Triunfo, uno de los más impresionantes ejes urbanos del mundo.
Los medios técnicos estaban a la altura de la ambición de Chirac y Jarre. El músico y sus sintetizadores serían acompañados por una orquesta de la isla de Trinidad, 110 coristas, un haz de rayos láser y 17 castillos de fuegos artificiales que consumirían 10 toneladas de pólvora. El espectáculo podría ser visto desde dos kilómetros a la redonda merced a una quincena de pantallas gigantes de vídeo, tres de ellas de 170 metros de altura.
Jean-Michel Jarre consiguió su inclusión en el Libro Guinnes de récords en 1979, cuando un millón de personas le aplaudieron en la Concordia. Acusado de megalomanía y de ser el músico de los yuppies, calificado ayer en Le Monde de "músico enmascarado", tanto por sus sempiternas gafas de sol como por el hecho de que, hipnotizado por sus espectáculos, el público nunca llega a verle, Jarre es el único francés que compite con los grandes vendedores de la industria discográfica mundial. Desde su primer álbum, Oxygene, al último, En attendant Cousteau, Jarre ha vendido 50 millones de discos.
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